viernes, 6 de febrero de 2009

Estados Unidos y Francia no dialogarán con el grupo Hamás

Mientras el movimiento islámico no acepte el proceso de paz

La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, y el ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, aseguraron que no hablarán con Hamás mientras el grupo fundamentalista islámico no acepte el proceso de paz israelí-palestino.
En declaraciones después de la reunión de trabajo que mantuvieron Clinton y Kouchner en el Departamento de Estado, ambos insistieron en que las condiciones de EE.UU. y de Francia con respecto al grupo islamista son "muy claras".
El ministro francés de Exteriores explicó que su país hablará con Hamás cuando éstos "comiencen a conversar con el pueblo palestino, acepten el proceso de paz y la firma de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) en los documentos palestino-israelíes y principalmente la iniciativa árabe".
"Nuestras condiciones con respecto a Hamás son muy claras", señaló por su parte Clinton.
"No negociaremos de ninguna manera con Hamás ni les reconoceremos hasta que no renuncien a la violencia, reconozcan a Israel y accedan a acatar los acuerdos previos entre la OLP y las autoridades palestinas", subrayó.
La OLP fue creada por líderes árabes en 1964 para aglutinar a todos los grupos palestinos y de la que no forma parte los fundamentalistas islámicos de Hamás, que controlan Gaza.
En su reunión bilateral, EE.UU. y Francia acordaron presionar a israelíes y palestinos para que se abran los pasos de cruce hacia la Franja, de acuerdo con Kouchner, quien se declaró "muy preocupado" por la situación humanitaria en Gaza tras la reciente ofensiva militar de Tzáhal contra Hamás.
El ministro francés de Exteriores coincidió con Clinton en resaltar la importancia de que la comunidad internacional "presione a ambas partes para abrir los pasos" hacia Gaza.
En su conversación, la secretaria de Estado de EE.UU. abordó con Kouchner también otros temas, como Afganistán y Darfur.
Clinton y Kouchner trataron "varios asuntos muy, muy difíciles y desafiantes que afronta la comunidad internacional", indicó el portavoz adjunto del Departamento de Estado, Robert Wood.
La jefa de la diplomacia estadounidense afirmó después del encuentro que desea visitar Francia "cuanto antes". EFE

miércoles, 4 de febrero de 2009

Hamas confisca parte de la ayuda humanitaria de la ONU en Gaza


La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) afirmó este miércoles que la policía del movimiento de resistencia islámico palestino Hamas había confiscado la ayuda humanitaria en uno de sus centros de distribución en Gaza..

El movimiento islamista Hamas, que controla Gaza desde junio de 2007, justificó esta medida al asegurar que debía distribuir ayuda a todos los palestinos y no sólo a los refugiados.

Según la UNRWA, los policía de Hamas confiscaron el martes "más de 3.500 mantas y 406 paquetes de productos alimentarios en un centro de distribución del campo de Chati" en Gaza.

Esta ayuda fue confiscada tras el rechazo del personal de la UNRWA de entregarla al ministerio de Asuntos Sociales del gobierno de Hamas, indicó la agencia de la ONU en un comunicado.

"La policía irrumpió a continuación en el almacén y se apropió de la ayuda por la fuerza", añadió la UNRWA, quien condenó "en los términos más duros la confiscación de la ayuda" y exigió "su restitución inmediata".

El ministro de Asuntos Sociales del gobierno de Hamas, Ahmed Al-Kurd, confirmó implícitamente la confiscación de la ayuda, al argumentar que debía ser distribuida a una parte más amplia de la población de Gaza y no sólo a los que tienen estatuto de refugiados y se benefician de la asistencia de la UNRWA.

El gobierno de Hamas "es el primer responsable de la distribución y de la supervisión de estas ayudas de forma equitativa. Somos responsables de 1,5 millones de palestinos en la Franja de Gaza", dijo. "Rechazamos cualquier distinción discriminatoria".

La UNRWA anunció a finales de enero que había aumentado su ayuda humanitaria para la Franja de Gaza, que distribuye entre unos 900.000 palestinos, entre una población total de 1,5 millones de personas.

Este medida fue tomada tras una ofensiva armada israelí de 22 días (27 de diciembre-18 de enero) que causó la muerte de más de 1.330 palestinos.

martes, 3 de febrero de 2009

La pugna entre la OLP y Hamas por representar al pueblo palestino


La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) es reconocida en el mundo como "el único representante legítimo" del pueblo palestino, pero su autoridad es contestada por el movimiento islamista Hamas, que busca una nueva estructura para suplantarla.

La OLP reagrupa a los principales movimientos nacionalistas palestinos, especialmente a Fatah y los Frentes Popular y Democrático de Liberación de Palestina (FPLP y FDLP) y está dirigida desde 2004 por Mahmud Abas, jefe de su comité ejecutivo y presidente de la Autoridad Palestina.

La OLP controla la Autoridad Palestina, instaurada el 1 de julio de 1994 tras el regreso del jefe de la OLP, Yaser Arafat, a Gaza después de 27 años en el exilio.

El Consejo Legislativo Palestino (CLP), parlamento de la Autoridad Palestina, ha estado dominado por Fatah durante 10 años, antes de que Hamas tomara el control, para sorpresa general, después de las legislativas de enero de 2006.

Creada en 1964, la OLP fue reconocida en 1974 por la Asamblea General de la ONU y por la Liga Árabe como "el único representante legítimo del pueblo palestino".

La OLP es el organismo que ostenta la representación de todos los palestinos en el mundo, es decir, unos nueve millones, mientras que la Autoridad Palestina sólo representa a los cuatro millones que viven en Cisjordania y en la Franja de Gaza.

Tras la victoria de Hamas en las legislativas de 2006, Abas busca redinamizar la OLP, donde dispone de un mayor margen de maniobra.

El Consejo Central, una instancia intermedia de la OLP, le eligió en noviembre "presidente del Estado de Palestina" para reforzar su liderazgo frente a Hamas, que discute su permanencia al frente de la Autoridad Palestina.

El día a día de la OLP está en manos del Comité Ejecutivo (CEOLP), formado por 18 miembros y presidido por Abas. El Consejo Nacional (CNP, parlamento en el exilio) cuenta con 700 miembros y es la instancia suprema.

Hamas no forma parte de la OLP y para adherirse exige tener una representación que refleje su peso político en los Territorios Palestinos.

En 2005 se alcanzó un acuerdo entre las diferentes facciones palestinas para reestructurar la OLP y dar entrada a Hamas, pero el acuerdo sigue sin aplicarse por las divergencias existentes.

El jefe en el exilio de Hamas, Jaled Mechaal, anunció el pasado miércoles su intención de poner en marcha, junto a otras facciones radicales palestinas, una nueva estructura que "represente a los palestinos en el interior y en la diáspora", sustituyendo a la OLP.

Mechaal "no podrá destruir este edificio (la OLP) porque nadie, ni los palestinos ni fuera, le apoya", replicó Abas.

El énfasis sospechoso

ENRIQUE KRAUZE 04/02/2009

Hace cinco siglos que los judíos fueron expulsados de España, pero a veces pareciera que todavía ronda en España el fantasma del judío, no en las calles de Gerona o las sinagogas de Toledo, sino en el alma de algunos españoles en quienes persiste -soterrado, inconfesable- el viejísimo prejuicio antisemita.

Conviene aclarar, en negativo, qué entiendo por antisemitismo.

Criticar la fundación de Israel teniendo en cuenta el altísimo costo que tuvo que pagar desde entonces el pueblo palestino, no implica por fuerza un acto antisemita: historiadores israelíes de la corriente post-sionista han ejercido y documentado esa crítica. Criticar la política exterior israelí en las últimas décadas conlleva aún menos una actitud antisemita: de hecho, los propios israelíes liberales y de izquierda han visto en los asentamientos un acto de ocupación inadmisible, cruel y, a fin de cuentas, contraproducente.

Criticar la reciente ofensiva israelí en Gaza tampoco supone albergar un prejuicio antisemita: existen argumentos serios contra su desproporción y una indignación general por el sufrimiento de la población civil. Ni siquiera criticar a "los judíos" supone necesariamente un reflejo antisemita: los fanáticos de la identidad suelen generalizar así sus antipatías, lo mismo contra "los judíos" que contra "los yanquis", "los chinos", "los sudacas" o "los gachupines".

Dicho todo lo cual, creo que a raíz de la guerra de Gaza afloraron dos actitudes preocupantes: una roza el antisemitismo, otra lo asume abiertamente.

La primera es la parcialidad noticiosa y editorial de algunos medios con respecto al tema, como si la ofensiva israelí se hubiese dado (casi) en el vacío, sin la provocación previa de los proyectiles de Hamás sobre el sur de ese país y la amenaza cierta de que en un futuro cercano cayeran sobre Tel Aviv.

Creo que no se documentó de manera suficiente el hecho (recogido con amplitud, por ejemplo, en el Corriere de la Sera) de que Hamás puso en posiciones de riesgo militar deliberado y forzado a su población civil.

Creo que ese énfasis condenatorio no se ha visto en otras tragedias: pienso en Chechenia, donde fueron torturadas y muertas decenas de miles de personas. La doble moral resulta inexplicable.

Nadie comparó entonces a los rusos con los nazis. Hubiera sido una infamia, a pesar de lo que hicieron en Chechenia. Y es que los rusos sufrieron indeciblemente a manos de los nazis. Los judíos aún más. Otorgar a las víctimas la identidad de los victimarios es una perversidad moral.

Allí reside la segunda actitud, francamente antisemita.

Su expresión más socorrida es la amalgama de maldad: la equiparación (ostentada en las manifestaciones de Madrid y Barcelona) de la Esvástica con la Estrella de David, que a su vez supone la equiparación (formulada por varios importantes escritores y periodistas) de la tragedia de Gaza con el Holocausto.

Se trata de dos fenómenos distintos que por su magnitud y naturaleza no pueden ser homologables.

La amalgama de todos los males conduce a la banalización del mal: si 600 víctimas inocentes son lo mismo que seis millones (aunque la muerte de los seis o 600 sea claramente reprobable) el mal resulta relativo, el mal no importa. Pero aún más decisiva que la diferencia cuantitativa es la diferencia de sentido.

El Holocausto representó la voluntad (cumplida en un 50%) de exterminar un pueblo, de borrarlo, de tratar a niños, mujeres, ancianos como plaga y no como personas. Este exterminio no fue solamente un crimen contra los judíos sino contra el concepto mismo del ser humano. La inteligencia, la racionalidad y el lenguaje desaparecen si no suponemos una semejanza radical entre los hombres.

En el caso actual, son los fundamentalistas islámicos quienes reproducen el ánimo nazi: quieren borrar al otro, en Jerusalén, Nueva York, Madrid o Londres. Ni en esta ofensiva ni en ninguna otra, Israel se ha propuesto exterminar a la población palestina.

Según el Pew Research Center de Chicago, desde 2005 España es el país de Europa donde el prejuicio antisemita ha aumentado más aceleradamente: pasó del 21% al 46%. Según una encuesta realizada por el Observatorio Español de Convivencia Escolar, más de la mitad de los estudiantes de secundaria declararon que preferirían no sentarse junto a un joven judío en sus aulas.

La España tolerante y plural que ha otorgado el Premio Príncipe de Asturias a las comunidades que preservaron el legado de Sefarad no puede -sin negarse a sí misma- desdeñar esos datos sin hacer un análisis valiente y objetivo.

Y la España democrática y moderna, que ha sido víctima reciente del terrorismo islámico, no puede ignorar -sin caer en la esquizofrenia- que Hamás busca la imposición de un régimen fundamentalista mientras que Israel es el único Estado democrático de la región.

¿Qué haría España, mutatis mutandis, en el caso, improbable pero no imposible, de que un triunfo generalizado del islam radical en el norte de África se tradujera en una amenaza sobre sus puertos mediterráneos bajo el pretexto teológico de recobrar el territorio de Al Andalus que fue suyo siete siglos?

En el tema judío, hay que volver a la tradición liberal de Benito Pérez Galdós, quien en tres novelas (Aita Tettauen, Misericordia y Gloria) mostró comprensión y compasión por el drama histórico del pueblo judío. Israel no es una nota al pie de página en ese drama.

Israel es el corolario de ese drama. Si se acepta la legitimidad de su existencia (producto, no olvidemos, de las circunstancias sin precedente creadas por el Holocausto), debe admitirse también su derecho a vivir sin la amenaza cotidiana que ha pendido sobre sus habitantes.

Esa doble aceptación no implica, repito, justificar la política israelí de los últimos decenios. Pero sí implica mirar al conflicto en toda su diabólica complejidad, distinguir la responsabilidad de ambos bandos, y dar a los muertos israelíes el mismo peso que los muertos palestinos.

Implica evitar la inmoral referencia al Holocausto y exorcizar el fantasma del judío para poder verlo como los nazis y los fundamentalistas no lo ven: como un ser humano.

Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.