
Por: Shlomo Ben Ami Ex canciller israelí
Tampoco la política arriesgada del movimiento es enteramente irracional, ya que el legado del intento infructuoso por parte de Israel en 2006 de destruir a Hezbollah es que, por primera vez, el establishment militar refrena activamente las medidas más duras que se proponen en el gabinete. La negativa por parte de Israel de invadir Gaza surge de un análisis sobrio del significado de una maniobra de este tipo.
La invasión de un pedazo de tierra tan pequeño y densamente poblado donde los civiles han sido sistemáticamente utilizados por Hamas como escudos humanos está destinada a exponer al ejército israelí a acusaciones de crímenes de guerra. Por más justificada que pudiera ser la acción de Israel, y por más crítica que pueda ser la comunidad internacional frente al régimen represivo de Hamas, no pasará mucho tiempo hasta que la amplia cobertura mediática de las bajas civiles ponga a Israel, y no a Hamas, en el banquillo de los acusados de la opinión pública mundial. Es más, una nueva ocupación de Gaza obligaría a Israel a volver a asumir la responsabilidad plena y exclusiva del millón y medio de palestinos que hoy están bajo control de Hamas.
Pero, incluso si Israel estuviera dispuesto a pagar el precio de la dura condena internacional, no resulta claro qué significa realmente el éxito en una guerra de esta naturaleza. ¿Derrocar al régimen de Hamas es una opción realista? El gobierno de Ismail Haniyeh podría colapsar, pero Hamas seguiría siendo una poderosa organización palestina autóctona alrededor de la cual, con certeza, se congregaría la población.
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