
José Javaloyes
Lo ha dicho Tzipi Livni, la ministra israelí de Asuntos Exteriores de Israel en el Gobierno de Ehud Olmert y primera ministra en el Gabinete que suceda al actual cuando éste dimita. Cosa que sucederá por los cargos de corrupción que pesan contra él. Y luego de que el Kneset o Parlamento aporte la mayoría necesaria para formar el nuevo equipo gobernante en torno al partido Kadima, al que pertenecen una y otro.
Según la señora Livni, tan sutil en sus planteamientos y que puede ser tan de armas tomar como la propia Golda Meir, que gobernó con mano de hierro en los años 70 del pasado siglo, los plazos convenidos en la conferencia de Annapolis, celebrada en el otoño del año pasado, para la transformación en Estado palestino de la actual ANP (Autoridad Nacional Palestina) probablemente no podrán cumplirse. Es decir, puede no haber tal Estado antes de que llegue la próxima primavera.
El cálculo temporal lo ha hecho la figura política que tiene en sus manos más bazas para poderlo decir con más conocimiento de causa, pues en su actual condición de directora de la diplomacia judía ha llevado el peso de la accidentada agenda para los contactos negociadores mantenidos, hasta el presente, por Ehud Olmert y Abu Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Sabe de qué habla. La solución de los asuntos no despejados aún depende de cuáles sean los apoyos que el partido Kadima -en la derecha del espectro parlamentario israelí- obtenga para formar su propio Gobierno.
Como no podía ser otra manera, el cálculo adelantado por Livni no ha colmado precisamente de alegría a la parte negociadora palestina, que se las ve y se las desea para mantenerse en un proceso de transacciones que irritan a los nacionalistas radicales y que son rechazados en su totalidad por los islamistas de Hamas, que gobiernan de facto la franja de Gaza.
Pero no son sólo los condicionantes parlamentarios la razón de la probable demora en la institucionalización del Estado palestino, son también otros factores los que cuentan. Y a los que se ha referido explícitamente la actual ministra de Exteriores. Se trata de lo que podrían denominarse, con toda justeza, los poderes fácticos y las prácticas consolidadas desde el primer momento del Estado de Israel. Se refiere Livni a la tutela condicionante de la política formal ejercida por el Ejército y por el Mossad o servicios secretos. Siempre hasta la fecha, sobre determinadas cuestiones, la última palabra era la de estas dos referencias capitales para la seguridad del Estado judío.
En puridad, el momento que llega, ese de la conversión de la ANP en Estado palestino, es el de la final transformación de la seguridad militar en seguridad política dentro de la relación de Israel con los árabes. Aunque ello no quiere decir que el primado de ésta signifique la trivialización de aquélla. De todos modos, en el orden interno de la política israelí, el reajuste de estos poderes es tarea tan erizada de dificultades como la propia negociación del Gobierno judío con los árabes para llevar a puerto los compromisos contraídos en la Conferencia de Annapolis. En cualquier caso, lo propio del Estado de Israel es el estado crítico. Así desde que se fundó. Y más ahora, cuando se quiere fundar el Estado palestino.