
Habitantes de Gaza se quejan de que Israel ha destruido sus casas porque el movimiento radical las utilizó como cuarteles y puestos de tiro
23.01.09 - Cuando Mohamed Sab Alla pudo regresar a su casa en Beit Lahia, el domingo de la tregua, abrió la puerta de su habitación de matrimonio y encontró mutiladas en el suelo una pierna y parte de la columna vertebral de un combatiente de Hamás. El resto del cuerpo había desaparecido en un brutal estallido de carne y sangre, que todavía ayer no se había secado, desparramado por paredes y techo en una mancha sobrecogedora.
23.01.09 - Cuando Mohamed Sab Alla pudo regresar a su casa en Beit Lahia, el domingo de la tregua, abrió la puerta de su habitación de matrimonio y encontró mutiladas en el suelo una pierna y parte de la columna vertebral de un combatiente de Hamás. El resto del cuerpo había desaparecido en un brutal estallido de carne y sangre, que todavía ayer no se había secado, desparramado por paredes y techo en una mancha sobrecogedora.
Aprovechando que Mohamed, tendero de 52 años, su esposa y sus diez hijos habían tenido que huir del piso amenazados por las bombas de Israel, los islamistas lo tomaron como base militar para esconderse y hacer su guerra, y en mitad de un combate desde la ventana del dormitorio, el miliciano fue alcanzado por el proyectil del Ejército judío que le desintegró. El socavón ha descerrajado la vivienda. El Kalashnikov del muerto apareció tirado por ahí, y en otros rincones munición, restos de comida, chalecos antibalas y pertrechos, que estos días han pasado a recoger desconocidos con pinta de guerreros temerarios.
Mohamed nunca se mezcló con esa gente, reclama con rotundidad, pero ellos, los de Hamás, no han tenido reparos en profanar su casa, convertirla en objetivo de los ataques de Israel y dejarla hecha una ruina. Igual que las de tantos vecinos de Beit Hanun o Yabalia, escenarios supremos de la batalla, donde muchos civiles se han explicado demasiado tarde que sus pisos acabaron calcinados bajo el fuego israelí porque Hamás los convirtió en cuarteles.
«Si, mientras sus jefes siguen ocultos bajo tierra, Hamás ha utilizado nuestros hogares para esta lucha que nos ha arrastrado 2.000 años atrás. Cuando ganaron las elecciones, aunque no les voté, creí que nos traerían cambios. ¡Pero esto es el cambio! tener que vender la casa que construí en cincuenta años de trabajo, porque ya no puedo vivir en ella» explica Hail, funcionario del Gobierno.
Los civiles de Gaza están hartos de abusos. De que les maten, les utilicen, les pongan como excusa o como escudos, y que al final, les toque pagar siempre a ellos. De Israel esperan cualquier cosa: los más de 1.300 muertos que ha causado y las prácticas más odiosas, entre las que se cuentan, hace ya muchas campañas bélicas, aquello de violar las casas familiares para montarse un puesto de tiro.
En esta guerra, no han ahorrado atropellos. En Geseaa, camino de Yan Yunes, Ismail Nayan juraba que tardó tres días en apagar las «esponjas de fósforo blanco» que los aviones lanzaron contra su casa. Hamás le ha dado poco menos de 800 euros para un alquiler. Desde Beit Lahia, Hekmal Aatar, padre de seis hijos, relataba: «Los soldados judíos me taparon los ojos, me maniataron y me tuvieron cuatro días como escudo humano delante de uno de sus tanques, luego me llevaron a una cárcel de Beer Sheva y me trataron como si estuviera en Guantánamo»,
Pero que Hamás haya campado dando síntomas de grave desprecio hacia su pueblo no está siendo fácil de tragar. La calle se fractura y se ha radicalizado con respecto a sus dirigentes islamistas. «La gente está asustada, Hamás se mueve por reglas y si estás en contra te van a matar», explica el anciano Abú Abed, reacio a extenderse en reproches mientras aprieta los dientes frente a su casa convertida en polvo. En el otro lado, son muchos los que cantan victoria. «Incluso si nos hubieran matado a todos, apoyamos la resistencia -proclama Tahsi Nayar, de 36 años y monumental barba acorde con el 'look' del movimiento radical-. Estamos listos para sacrificar nuestras casas y nuestras familias. Soy de Hamás, todos somos de Hamás».
Más bombardeos
Ayer, la capital de Gaza se despertó en el cuarto día de la tregua unilateral de Israel y Hamás ensordecida por el estruendo de los cañonazos obsesivos de la Marina judía frente a sus costas. Los disparos, que arrancaron pocos minutos después de las siete de la mañana, empezaron impactando en el agua, donde faenaban pequeñas embarcaciones de pesca palestinas, aunque posteriormente alcanzaron tierra, donde hirieron al menos a cinco personas.
Uno de los proyectiles a punto estuvo de causar graves daños al caer apenas a cien metros de un centro de distribución de ayuda de la ONU, que se encontraba vacío.